Por: José Carvajal --
El Premio Nacional de Literatura es
importante. Da carácter al reconocimiento público de la obra de un autor;
establece tabla de valores y pone al galardonado en un pedestal de ejemplo, de
cómo se llega al estrellato literario.
El caso del dominicano Tony Raful es singular; poeta y ensayista probado, es quizá el único Premio Nacional de Literatura en cuya entrega del galardón se reunieron dirigentes políticos y literatos a granel. Y es que Tony ha sido incansable en ambas disciplinas. No ha tenido la necesidad de otros, de sacrificar una de sus dos pasiones en la vida para atender la otra. De esto último recuerdo el caso de Juan Bosch, que se apartó de la literatura para dedicarse a la política; y el del exvicepresidente de Nicaragua, Sergio Ramírez, que abandonó la política para concentrarse exclusivamente en escribir su obra.
El caso del dominicano Tony Raful es singular; poeta y ensayista probado, es quizá el único Premio Nacional de Literatura en cuya entrega del galardón se reunieron dirigentes políticos y literatos a granel. Y es que Tony ha sido incansable en ambas disciplinas. No ha tenido la necesidad de otros, de sacrificar una de sus dos pasiones en la vida para atender la otra. De esto último recuerdo el caso de Juan Bosch, que se apartó de la literatura para dedicarse a la política; y el del exvicepresidente de Nicaragua, Sergio Ramírez, que abandonó la política para concentrarse exclusivamente en escribir su obra.
De modo que la política y la
literatura son cómplices en la vida de Tony Raful. Como político aprendió la
magia de la sonrisa, de la amabilidad, de la elegancia, de la decencia y del
acercamiento con las masas; y como poeta descubrió la importancia del lenguaje
y de comunicar ideas profundas con la mira puesta en la posteridad. Las
principales funciones públicas que ha desempeñado están de una manera u otra
ligadas a las letras; fue director de la Biblioteca Nacional, y luego Ministro
de Cultura; a ambos despachos llegó acompañado de su poesía y de sus ideas del
ensayo histórico.
Pero Tony Raful es también un hombre
de familia. Un hombre que ha cumplido a carta cabal con la sociedad. Tiene
esposa, hijos, nietos, a los que puso en primer plano en el discurso de
aceptación del Premio Nacional de Literatura 2014. Los mencionó a todos:
“A mis familiares más queridos, a los que ya no están, pero que me inculcaron
los valores con los cuales he vivido, a mis padres, Pedro Raful y Carmen Tejada
Jiménez de Raful, a mis hermanos José y Pedro, a mi mujer, Grey Soriano de
Raful y a mis hijos, Ernesto, Amín, Faride, Farah, Raúl y Tony Abel”.
A los amigos también, consciente de que “un premio en sí mismo no tiene validez si detrás de su otorgamiento no hay una generación de escritores, un tiempo de ideas y conceptualizaciones, un espacio de palabras compartidas, los poemas sustantivos de una época y de una memoria social en movimiento”.
A los amigos también, consciente de que “un premio en sí mismo no tiene validez si detrás de su otorgamiento no hay una generación de escritores, un tiempo de ideas y conceptualizaciones, un espacio de palabras compartidas, los poemas sustantivos de una época y de una memoria social en movimiento”.
En su discurso Tony dio muestra de vasta cultura. Citó y
ponderó entre otros clásicos a Cervantes, Shakespeare, Quevedo, Góngora, y a
Balzac; igualmente a Rubén Darío, Miguel Hernández, Antonio Machado, Rafael
Alberti, Gabriela Mistral, César Vallejo, Pedro Henríquez Ureña, Salomé Ureña,
Pablo Neruda, Jorge Luis Borges y Octavio Paz. En esos apuntes de alto vuelo
destacaron además referencias al pintor Pablo Picasso, al poeta alemán Friedrich Hölderlin,
al sociólogo y filósofo polaco Zigmunt Bauman, al novelista francés André
Malraux y al italiano Umberto Eco. También fue extensa la lista de autores
dominicanos que según el propio poeta lo hacen “deudor de ideas”, porque
despertaron en él “tempranamente la devoción por las letras”.
Todo eso está bien. Los escenarios de
luces son burbujas de sueños para olvidar las pesadillas. Y los poetas sueñan
con permanecer despiertos aun después de muertos. Por eso pienso que los libros
de Tony Raful son su aporte más duradero a las futuras generaciones, pues sus
afanes políticos y su vida personal se irán con él en ese último adiós del que
no escapamos los mortales. Mientras tanto, que reine el verso en camino a la
posteridad.
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